Nuestra Historia
El asilo de huérfanas y colegio Amparo de María nació en épocas duras, en el momento en que la historia de la Argentina comenzaba a recorrer sus tiempos modernos, cuando el espíritu colonial aún se resistía a dejar el tiempo y el espacio cordobés.
Nació en función de una necesidad social: dar albergue a huérfanas, y continuó su marcha en pos de cubrir otra necesidad vital: dar educación a las futuras mujeres cordobesas.
Los “sesenta estaban llegando a su fin en ese siglo diecinueve. Cuarenta manzanas constituían el tejido propio de la ciudad y los no más de treinta mil habitantes solo poseían cuatro o cinco calles cubiertas de piedra bola para tratar de evitar el barro que era constante en las estaciones de lluvia. Se producían cambios políticos, económicos, culturales y sociales que alteraron la vida cordobesa y la del país todo.
En diciembre de 1866 comienzan varias mujeres cordobesas a darle forma a la sociedad de señoras de San Vicente de Paul con el apoyo decidido del gobernador Luque y cuya labor será sostén indiscutido del trabajo realizado por los hombres que formaron las conferencias de San Vicente de Paul. Se aproximaba el fin de año y los cordobeses se debatían en torno a la revolución encabezada en agosto por el sargento Luengo y la posterior intervención de las tropas nacionales con la consecuente disolución de la legislatura, cuando el 17 de diciembre se inicia una desgracia que terminaría de conmover a Córdoba: se registra el primer caso de “cólera morbus”. Más de tres mil serán las víctimas y tras de ellas, la presencia de muchos huérfanos. La epidemia duraría hasta fines de abril de 1868.
La peste no hizo distinciones. Diezmó tanto a la aristocracia como a los sectores más vulnerables. Muchos quedaron huérfanos, sin protección, mendigando en las calles.
Hubo quienes comprendieron la urgencia que la situación exigía. Quien dio la voz de alerta fue don Ignacio Vélez a través de su diario El eco de Córdoba exponiendo la idea sobre la necesidad de obrar en ayuda de esos huérfanos. El presidente de la conferencia vicentina y a la vez presidente de la municipalidad de Córdoba, señor Apolinario Rivas, secundado por vicentinos que permanecían en la ciudad, se aprestaron a dar culminación a la obra predicada por Vélez. Mucho ha sido el esfuerzo y trabajo de ese primer consejo vicentino para lograr fundar y sostener la obra, contando con el apoyo de los vecinos .También se propuso a las hermanas de la caridad hijas de María del huerto para que regenteen la nueva institución. El consejo vicentino en cesión especial fijó el día 25 de marzo del año 1868, día de la concepción de Jesús, como fecha para la instalación de la casa. Se alquilaron dos casas comunicadas entre sí, en la entonces calle Colón, inaugurando el asilo con diez huérfanas.
Las hermanas del Huerto sugirieron a los vicentinos dar un doble carácter a su obra, es decir, recibir y educar gratuitamente a las niñas huérfanas y establecer en el mismo lugar un colegio con internado para alumnas que contaran con recursos para ello. La iniciativa fue aprobada y de esa manera nació el colegio Amparo de María que complementó la obra del asilo de huérfanas. Ante el aumento del número de niñas se comenzó a buscar un terreno para construir un establecimiento que permita albergar a un mayor número de niñas. Adquirieron el terreno donde se encuentra actualmente la institución. Fueron modestos los recursos con los que se inició nuestra institución pero asistido por la Providencia y la generosidad de muchas mujeres y hombres se ha podido superar distintos momentos críticos de nuestra historia y llegar a tener nuestro presente.
En estos 150 años de vida han sido muchas y complejas las situaciones que ha tenido nuestra Patria y que han hecho suponer en distintos momentos el cierre de nuestra institución. Pero gracias a Dios la obra que El inspiro fue sostenida con su Providencia, el Amor de María, la intersección de nuestros santos y la presencia de tantas mujeres y hombres que entregaron su corazón en nuestra institución.
No es posible nombrarlos a todos ya que muchos de ellos nos son desconocidos pero es necesario referirnos a los que integran la sociedad de San Vicente de Paul, especialmente a Agustín Garzón quien le dedico cuarenta años de su vida a sostener la vida del Amparo, a las hermanas del Huerto, las hermanas capuchinas de la madre Rubato, religiosas de Schoenstatt, Fasta, padres vicentinos, religiosos que nos han acompañado y al personal de la institución, que en la actualidad sigue poniendo su corazón y dedicación al servicio de nuestros alumnos de manera de seguir educando sirviendo en la esperanza.
Nuestra Misión
Asumir el compromiso de brindar herramientas que promuevan el desarrollo de capacidades para afrontar las exigencias del aprendizaje y la vida en sociedad. Lograr que nuestros alumnos descubran su vocación aprendiendo a ser, y a hacer sirviendo solidariamente a partir del fortalecimiento de su fe en Dios; y construir una comunidad de hermanos en donde el clima institucional permita el desarrollo integral de la persona y el bien común de todos.
Nuestra Visión
Queremos ser una institución que “Eduque Sirviendo en la Esperanza”. Formando estudiantes con un nivel académico acorde a las exigencias de los nuevos y cambiantes paradigmas.
Que nuestros alumnos sean ciudadanos responsables, críticos, respetuosos, y comprometidos, capaces de afrontar desafíos sobre el cimiento sólido que es Cristo.
Objetivos Generales Institucionales
- Lograr una formación y desarrollo integral armónico y permanente de los alumnos, a partir de sus potencialidades físicas socio-afectivas, intelectuales y espirituales; sustentada en las virtudes cristianas y en los valores evangélicos.
- Desarrollar un estilo pedagógico que promueva valores humanos y trascendentes, formando ciudadanos conscientes de sus derechos y obligaciones, capaces de desenvolverse con libertad responsable, honestidad, perseverancia en la labor, creatividad, y la conciencia crítica.
- Promover la participación activa, responsable, comprometida entre docentes y alumnos en un clima de caridad fraterna, para que se produzca el Encuentro Pedagógico, valioso y fecundo entre las personas.
- Favorecer la puesta en marcha de acciones pedagógicas que sean contenedoras e integradoras, teniendo en cuenta a la persona del alumno y sus necesidades como eje primordial del proceso educativo, consolidando sus capacidades a lo largo de su trayectoria escolar.
- Trabajar en la construcción de una Comunidad Educativa Pastoral como un lugar privilegiado de evangelización y educación; donde la cohesión, la pertenencia, el compromiso, la participación responsable, los vínculos fraternos y profesionales sean, según el estilo vicentino, cuidados y acrecentados.
- Buscar caminos de encuentro recíprocos que permitan refundar los vínculos entre las Familias, primeras educadoras, y la Escuela, subsidiaria de dicha acción educadora; favoreciendo tareas conjuntas para abordar la complejidad de los procesos educativos.
- Promover la construcción de conocimientos y valores que fortalezcan el derecho a la vida y su preservación a través del desarrollo de una educación sexual integral responsable.
Origen de la Sociedad San Vicente De Paul
Fue fundada el 23 de abril de 1833 por un grupo de jóvenes estudiantes de la universidad de la Sorbona, quienes tras la corriente anticatólica que dejó la revolución francesa quisieron anunciar el evangelio, optando por hacerlo mediante la práctica de las obras de caridad, encontrando en San Vicente de Paul(1581-1660),un modelo, dando origen a las conferencias de caridad de San Vicente de Paul.
Desde 1833 se extiende por el mundo, tal como fuera el deseo del Beato Federico Ozanam, quien decía “quiero unir al mundo en una red de caridad. En 185 años de servicio a la caridad nos extendimos por todo el mundo encontrándonos en la actualidad en 152 países.
La Sociedad de San Vicente de Paul tiene como actividad y fin principal: la práctica de las obras de caridad, principalmente, mediante la visita de familias pobres. Consolar a los enfermos y a los presos. Instruir a los niños pobres, abandonados o reclusos. Proporcionar auxilios religiosos Socorrer la miseria en todas sus manifestaciones, sin distinción de credo, condición social, ideología, sexo o raza.